¡Hola de nuevo!
Aquí os dejo una
nueva entrada del blog correspondiente al tema 4, que trata sobre la evaluación
en el aula de las lenguas extranjeras y cuyos contenidos fueron impartidos por
la docente Cristina Rodríguez en las sesiones del 15 de enero y del 4 de
febrero.
En primer lugar, considero
que es necesario explicar qué entendemos por evaluación. La evaluación es la
recopilación metódica de datos para tomar decisiones durante el proceso de
enseñanza-aprendizaje. Es necesario recordar que evaluar es diferente a
calificar, ya que esta última hace referencia a la interpretación de esos datos
siguiendo un criterio o una escala arbitraria. En nuestro caso, el sistema español
se basa en una escala del 1 al 10, siendo el 1 una calificación insuficiente y
el 10, excelente. Por tanto, el profesorado debe tener claros ambos conceptos
para no confundirlos y evitar que el sistema educativo pierda calidad y que los
resultados en el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumnado sean peores.
Dentro del
proceso de evaluación encontramos tres momentos o fases: la evaluación inicial
o diagnóstica, la formativa y la sumativa o final. La primera de ellas consiste
en informarse de los conocimientos que poseen las alumnas y alumnos para conocer
las capacidades que tienen y así diseñar nuevos aprendizajes. La evaluación
formativa, también conocida como continua o procesual, es aquella en la que se
observan los procesos de aprendizaje del alumnado, ofreciendo el apoyo
pedagógico oportuno y, si se necesita, modificando las estrategias a lo largo
del proceso de enseñanza. Por último, la evaluación sumativa, final o de
producto busca conocer el grado de dominio de los objetivos y contenidos
impartidos. La evaluación siempre debe seguir una serie de criterios como, por
ejemplo, ser transparente, consistente, tener unos objetivos que sean claros y
que permita detectar y adoptar las medidas necesarias para el correcto proceso
de enseñanza-aprendizaje del alumnado.
Para realizar la
evaluación existen múltiples herramientas o instrumentos como, por ejemplo, el feedback,
las rúbricas, las entrevistas, los cuestionarios y la observación, entre otros.
En esta entrada me gustaría centrarme en los dos primeros, es decir, el feedback
y la rúbrica.
El feedback
o retroalimentación consiste en una crítica o comentario que el docente realiza
a cada uno de los alumnos y alumnas, exponiendo cuáles son sus puntos positivos
y cuáles son aquellos en los que necesita mejorar, por lo que se realiza de
manera individual y es fruto de la recogida de datos de la evaluación. El
objetivo es orientar al alumnado, con el fin de que pueda saber en qué tiene
que mejorar y cómo hacerlo. Para ello, se pueden realizar comentarios por
escrito, elaborar descriptores de competencia y checklist, redactar informes
de progreso, concertar reuniones o llevarlo a cabo a través de notas numéricas
o verbales.
En mi opinión, el
feedback es uno de los instrumentos más interesantes, puesto que permite
aportar información al alumnado para que pueda saber cuál está siendo su
progreso tanto con los aspectos positivos como con los negativos, pudiendo así
mejorar, algo que no sucede con la calificación al reducir al alumnado a
simples números, sin dar más explicaciones. Por ejemplo, en el centro educativo
donde estudié, mi profesora de inglés de Educación Secundaria siempre empleó este
instrumento y aprendíamos mucho más que con una simple nota numérica, ya que
nos dábamos cuenta de lo que hacíamos bien y mal, por lo que éramos conscientes
en lo que nos teníamos que centrar para obtener un mejor aprendizaje.
Respecto a las
rúbricas, entendidas como una serie de criterios coherentes para el trabajo del
alumnado y que incluyen descripciones de los niveles de calidad de actuación en
esos criterios. Para elaborarlas hay que definir los criterios y decidir la
escala. En mi opinión, la introducción de las rúbricas en la LOMCE hace que el
proceso de calificación sea más objetivo, ya que recoge de una manera detalla
los criterios que se siguen y los objetivos a alcanzar. Además, el hecho de que
puedan ser accesibles al alumnado permite que sepan qué es lo que se está
valorando de una forma más concreta, siendo menos subjetiva la valoración
numérica.
No puedo dejar de
mencionar, en esta entrada dedicada a la evaluación, la necesidad de utilizar
la autoevaluación y la coevaluación en el aula. La autoevaluación es la
evaluación a uno mismo y, por tanto, es realizada de manera individual por cada
uno de las alumnas y alumnos, ayudándoles a adquirir independencia, sentido
crítico y responsabilidad. Asimismo, con ella pueden darse cuenta de sus progresos,
algo que les motivará y les implicará también en lo que tienen que trabajar más
para poder avanzar. Por otra parte, la coevaluación es la evaluación a los
demás compañeras o compañeros, lo que contribuye al aprendizaje colaborativo al
ser de igual a igual y, además, ayuda a profundizar en la propia
autoevaluación.
Para poner en
práctica todo lo aprendido en este tema, en la segunda parte de la sesión del
día 15 de enero el grupo 5 diseñamos una rúbrica para evaluar la actividad «Diving into the
Anglos», que habíamos elaborado en sesiones anteriores. Por otra parte, el día 4
de febrero completamos su diseño, teniendo en cuenta una serie de criterios que
nos proporcionó la docente y seleccionamos una herramienta para utilizar en la
evaluación formativa. Podéis consultar la rúbrica que elaboramos en la imagen
de la derecha. Si queréis obtener más ejemplos de rúbricas, además del banco que nos proporcionó la profesora en clase, os dejo una página en la que los
usuarios suben sus propias rúbricas y otra en la que ya están hechas por un organismo
oficial.
Como conclusión, la
evaluación resulta fundamental durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, puesto
que ayuda a detectar y adaptar el propio proceso a las necesidades del
alumnado. En sus diferentes fases tiene que basarse en una recogida sistemática
de datos, por lo que requiere una especial atención por parte del profesorado.
Además, si esto se refuerza con el uso de diferentes herramientas como el feedback,
el alumnado podrá percibir cuáles son sus logros y cuáles son los aspectos que
debe mejorar en su aprendizaje, sintiéndose así más motivado. Por lo tanto, esta
es una herramienta que me gustaría emplear en un futuro con mis alumnas y
alumnos, al igual que la autoevaluación y la coevaluación. Considero que, solo haciendo
partícipe al alumnado en su propio proceso de aprendizaje, conseguiré que puedan
avanzar y conseguir sus objetivos.
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